Episode #5
Marijuana & Masculinity: Colombia’s First Drug Boom. A Conversation with Lina Britto.
Transcription and translation by Teresa Carmona Lobo
Jayson Maurice Porter : Hola, mi nombre es Jayson Maurice Porter y hoy estoy aquí con la serie La violencia toma lugar de Noria México y Latinoamérica y continuamos con nuestra conversación acerca de Género, Geografía y Violencia, en especial Violencia Contra las Mujeres en México y Latinoamérica.
Hoy es un gusto tener como invitada a Lina Britto profesora asociada de Historia en la Universidad de Northwestern, también tiene formación como periodista y aún hoy hace periodismo y además tiene formación como antropóloga y más recientemente es la autora del libro: El Boom de la Mariguana, Ascenso y Caída del Primer Paraíso de las Drogas en Colombia y es en el contexto del tema nuestra conversación que estaremos hablando de este libro. Hola Lina, cómo estás, cómo van las cosas en Chicago.
Lina Britto : Hola Jayson estoy muy feliz de estar aquí, gracias por la invitación y hola a quienes nos escuchan y a toda la audiencia de Noria.
J.P.: Muchas gracias, es un placer tenerte aquí, así que, sin más preámbulo, empiezas tu libro situando al lector en una narrativa entre Juan Valdéz y Pablo Escobar.
¿Nos puedes explicar esta doble referencia para poder describir el boom de la marihuana, su tiempo y lugar?
L.B.: Sí, claro, empecé el libro de esta manera porque me ayudó a introducir la idea principal que quería presentar en el libro y que es la economía de la mariguana de los años 1970’s que fue la primera economía y cultura de las drogas en Colombia y que es un punto de inflexión entre la Colombia de la primera mitad del siglo XX y la Colombia del último cuarto del siglo XX.
Así que para la audiencia que no sabe quién es Juan Valdez: se trata de un personaje de ficción inventado en los 1960’s por una agencia de publicidad en los Estados Unidos para la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia que es el gremio que reúne a todos los exportadores de café del país y la idea de Juan Valdez era representar al campesino cultivador de café de la región indígena de Colombia, fue justo este personaje de ficción, ataviado con un traje típico de la región cafetalera de Colombia, con sombrero, poncho y alpargatas que siempre iba acompañado de Conchita, la mula que carga los costales de café, así que este hombre blanco, mestizo, de la región indígena, con grandes bigotes, durante décadas representó a Colombia en la escena internacional, promoviendo café y la gente de esa generación verdaderamente recuerda, asocia a Colombia y al café colombiano con este personaje.
Después tenemos a Pablo Escobar, también un hombre blanco, mestizo y de la región indígena de Colombia que a estas alturas es tanto un personaje de ficción como Juan Valdez y se trata de una persona real, considerado uno de los pioneros y fundadores del cártel de Medellín y por lo tanto uno de los exportadores de cocaína más importantes, no sólo de Colombia sino de la historia mundial y su historia ha sido convertida en ficción en toda clase de películas, telenovelas y series como Narcos de Netflix. Probablemente ese es el ejemplo más reciente y también representó a Colombia ante el mundo.
Así qué empecé el libro con estos dos tipos, estos dos hombres blancos, mestizos de la región indígena de Colombia, como una especie de figuras históricas, uno de ficción y el otro real, aunque a estas alturas, también de ficción, ambos personificando la historia moderna de Colombia y no únicamente para nosotras las colombianas y los colombianos sino para el mundo entero, y permíteme decir que entre la economía y la cultura que representan estos dos personajes existe un punto de quiebre y de eso habla mi libro. Bien, prestemos atención a esta historia olvidada, a esta década más o menos, cuando una parte de la costa caribeña de Colombia convirtió a este país en el principal proveedor de una droga ilegal para el mercado de drogas más grande en toda la historia, que son los Estados Unidos y qué podemos aprender de esa experiencia, de esa transición, de ese punto de quiebre entre la república colombiana del café y la nación de narcóticos en la que se convirtió en los últimos veinticinco años del siglo XX.
J.P.: ¡Guau! Me encanta cómo lo dices, mirando estas dos figuras mestizas, estas figuras míticas de la región indígena, una menos mítica que la otra, pero tu libro se centra en otra región que mencionaste, la costa caribeña.
Háblanos más de esta costa caribeña de Colombia, La Guajira y la Sierra Nevada.
¿Qué significó para las historias de Colombia el boom de la mariguana y además destacar esta región?
L.B.: Sí, sabes que Colombia es el único país sudamericano que tiene costa tanto en el Caribe como en el Pacífico ¿verdad?
Como estamos en el rincón noroeste del continente americano, justo a un lado del istmo y de la costa caribeña, para Colombia siempre ha sido muy importante, precisamente porque ha sido el punto de entrada al país de tendencias internacionales y globales desde tiempos de la colonia e incluso desde tiempos pre coloniales y es una región muy vasta y muy diversa, pues no sólo tiene la costa sino que también tiene la región del interior, así es que en mi libro me centro en la parte más al Norte de la costa caribeña, porque ese fue el epicentro de esta economía de la mariguana que alcanzó su punto álgido en los 1970’s pero que inició en los 1960’s duró hasta los 1980’s e incluso hoy mismo, ciertas áreas de la región aún producen mariguana, un poco para exportación y otro poco para el mercado local, pero el boom de la mariguana se dio en los 70’s y al inicio de los 80’s.
Así es que el epicentro de esa economía fue la Sierra Nevada de Santa Marta, que es una cordillera independiente que no pertenece a la cordillera que atraviesa América del Sur desde la Patagonia hasta Venezuela que es la Cordillera de los Andes. Esta cordillera independiente junto a la costa del Caribe es de una increíble diversidad con todos sus valles interiores y sus diferentes altitudes, así que desde el siglo XIX ha sido una especie de horizonte de posibilidades en términos de desarrollo agrario y es, precisamente en esta región, donde se expandieron los campos de cultivo de mariguana, donde, con la mariguana, los campesinos que colonizaron las fronteras agrarias en la Sierra Nevada de Santa Marta encontraron una manera de ganarse la vida, como la posibilidad de tener un rancho y una economía de subsistencia, así como de participar en la economía y los mercados internacionales.
Así que ese fue el epicentro del cultivo y después junto a esta cordillera independiente que es la Sierra Nevada de Santa Marta tenemos una península, si observas el mapa de Colombia, La Guajira es la punta Norte que entra al mar Caribe. Así es que estas dos regiones, La Guajira y la Sierra Nevada, han sido consideradas, incluso hasta la fecha, como los márgenes y las periferias de la nación colombiana. No son los únicos márgenes y las únicas fronteras en la nación colombiana, existen muchos más en la costa caribeña, en el Pacífico y en la cuenca amazónica, ya que Colombia, al igual que muchos otros países en Latinoamérica, se construyó como nación a través de relaciones y dinámicas entre el centro y las periferias.
Así pues, La Guajira y la Sierra Nevada son unas de esas periferias consideradas en el imaginario nacional como una especie de frontera salvaje, lugares violentos que se encuentran fuera de la nación, fuera del Estado y, de hecho, esa fue la interpretación que teníamos de la economía y la cultura de la mariguana de los años 70’s que quise examinar y cuestionar en el libro y la que terminó invertida y refutada, pues la idea es que, precisamente porque las periferias están fuera del Estado nación, fue la ausencia de Estado y la ausencia de una cultura nacional lo que creó las condiciones para que estas regiones se convirtieran en el epicentro de la economía de las drogas ilegales.
En mi libro y durante mi investigación, entendí que sí, que el Estado es muy débil en esta región, no lo niego, pero las razones que dieron lugar al surgimiento de una economía de la marihuana, no podemos encontrarlas en esa supuesta ausencia de Estado, al contrario, es la manera en que los procesos de la formación del Estado nación se desarrollaron en esta región lo que creó las condiciones para el surgimiento de esta economía. ¿Y cuáles son esos procesos de formación del Estado nación a los que me refiero? Se dan en muchos niveles, y en su mayoría, con el fin de producir desarrollo agrario, tipo la reforma agraria, reformas a nivel de la educación pública y también en la manera que en ese tiempo se dio el crecimiento demográfico en la región y la manera en que a través de distintas instituciones el Estado respondió a ese crecimiento demográfico , la promoción de diferentes economías agrícolas de exportación tales como la de plátano, de café y de algodón que eran para consumo interno pero también para exportación.
Todos estos distintos procesos de modernización y desarrollo agrario fueron los que establecieron las condiciones para el surgimiento de esta economía de la mariguana, así es que básicamente presté atención al epicentro de esta economía en la península de La Guajira, en la cordillera de la Sierra Nevada de Santa Marta para llegar a entender cómo no fue la ausencia de Estado sino que fue la manera en que la nación y el Estado se han construido en Colombia lo que creó las posibilidades, las circunstancias y las condiciones para que esta economía ilegal prosperará y se consolidara.
J.P.: ¡Fantástico! Más adelante sería muy bueno escuchar un poco más acerca del riesgo del argumento de la ausencia de Estado, cuáles son las consecuencias de esa narrativa, tanto desde una perspectiva periodística como desde una perspectiva histórica y quiénes cuestionan esa contra narrativa, que no niega que el Estado es débil, sino que reconoce su presencia.
¿Qué se puede esperar de esto? Antes de entrarle de lleno, enfocándonos en esta región y con la claridad con que presentas la historia de Colombia y del contexto más amplio del centro versus la periferia en América Latina. ¿Cuál es tu relación con las regiones de La Guajira y la Sierra Nevada y porqué has querido contar esta historia en particular?
L.B.: Bien, tal como lo digo en el libro, esta investigación empezó como una búsqueda personal porque mi padre y su familia son de La Guajira, del interior y no de la costa, pero yo no crecí en esa región porque mi madre y su familia son de la región indígena del interior del país, de Medellín para ser exacta.
Así que nací y crecí en Medellín, pero siempre tuve a La Guajira como la otra parte de mi historia, de mi identidad y llegar a conocer mejor esa región, llegar a conocer mejor a mi familia, conocer mejor qué significa de ser una persona de La Guajira, siempre fue una especie de asignatura pendiente. Porque nunca me sentí 100% paisa, así llamamos a las personas de Medellín y de esa región del interior del país. Así es que el libro empieza como una búsqueda personal, como para conectar con mi propia familia y fue muy interesante porque, ahora que lo pienso, siempre me sentí fascinada por esa tensión entre el centro y la periferia, que es crucial en Colombia.
No hay modo de entender el país que somos y el tipo de guerra y conflicto interno que hemos vivido durante décadas y que seguimos viviendo, aunque hubo un Acuerdo de Paz hace cuatro años y se suponía que estábamos preparados para pasar a una nueva era de paz y reconciliación, eso no sucedió, Colombia sigue en guerra y esa dinámica entre el centro y la periferia ha sido absolutamente crucial para entender el conflicto y para entender nuestra historia moderna.
Recuerdo que siempre me sentí fascinada por ello, de hecho, mi primer trabajo periodístico importante y ambicioso tenía que ver con esa otra frontera, con otra periferia de la costa caribeña, pero ésta, colindante con Panamá, en la parte Sur de la costa caribeña. Es ahí donde hice mi tesis de licenciatura en periodismo que fue como mi primer intento de pensar acerca del centro y la periferia y para hacer historia local desde una perspectiva periodística, y a partir de ese proyecto en esa región, me sentí preparada para pasar a La Guajira y hacer algo más personal. Dado que no tenía ninguna conexión personal con la otra parte de la región del Caribe cercana a la frontera con Panamá donde hice mi tesis, pero años después, me sentí preparada para utilizar algunas de esas metodologías y de esa experiencia como base para presentar un proyecto más ambicioso que tenía que ver con la memoria de la economía de la mariguana de los años 1970’s, particular y únicamente en La Guajira, donde aún vive parte de mi familia y así lo hice.
En 2004 empecé a trabajar en ese proyecto, la primera ocasión que visité la casa de mi abuela fue para la investigación del boom de la mariguana y del legado y la memoria de cómo transformó la cultura de la región. Tenía por objeto ser una investigación preliminar para mi tesis de maestría en antropología, esa es la razón por la cual el componente social fue tan importante y fue el acercamiento inicial que tuve hacia el tema.
J.P.: ¡Guau! Es increíble cómo has seguido ese camino y eso se siente al leer el libro, en especial los capítulos en que pasas de las regiones de La Guajira y la Sierra Nevada a las conversaciones nacionales e internacionales entre los Estados Unidos y México, pero también con otros países productores de drogas.
Cuando estás en esos capítulos, las entrevistas a diferentes personas realmente lo muestran en tantos niveles y para conectar todo eso, a menudo utilizas la masculinidad como una lente de análisis en tu trabajo. ¿Podrías compartir con nuestra audiencia un poco más sobre esto?
L.B.: Sí, claro. Precisamente porque mi acercamiento inicial al tema fue a través de la lente de la antropología, para mí género cultura eran conceptos decisivos para acercarme a esta historia y existen varias razones para ello.
Por un lado, porque gran parte del conocimiento que tenemos acerca de la economía de la mariguana de los años 1970´s ha sido filtrada a través de la cultura popular. Mientras esto sucedía, había cierta producción académica sobre el tema, pero cuando la cocaína y las redes de cocaína dominaron el país de manera tan acelerada y tan violenta, muy pronto, académicos e intelectuales cambiaron a este otro tema en un intento de entender cómo funcionaba la economía de la cocaína, cuál era la causa de la violencia, para poder hacer recomendaciones a los gobiernos de cómo enfrentar este tremendo reto.
Así pues, la economía de la mariguana en los 70’s se vio como algo transitorio, como algo anecdótico en la región y siempre se ha contado a través de la lente de la cultura popular, pues nos fascina la figura del traficante de mariguana, un hombre joven que logra una rápida movilidad social a través de esta economía ilegal y está siempre dispuesto a mostrar su nuevo poder económico y social en maneras llamativas y agresivas y era conocido popularmente con el nombre de marimbero ya que en ese momento, a la mariguana, tanto en Colombia como en la región, se le daba el nombre eufemístico de marimba, que es un instrumento musical, pero también es como una traducción al español de un término de origen africano usado en la región colombiana del Caribe para hablar del cáñamo, no para hablar del estupefaciente, sino para hablar de la versión de la planta de cannabis que produce fibras y que era muy importante en la agricultura, no sólo en Colombia sino en todo el mundo, pero esa es otra historia y se ha escrito mucho acerca de eso, así que no voy a tocar ese tema.
Entonces el término marimbero era una especie de eufemismo que la gente utilizaba para hablar de estos traficantes que personificaban la figura moderna, del hombre con gran movilidad social y poder económico, social e incluso sexual que se convirtió en el nuevo modelo a seguir y para la gente joven, en la nueva figura pública a admirar e imitar, así es que el estereotipo del marimbero me sirvió para abordar el tema. Por eso es que presto tanta atención a la cultura y al género, pero en el proceso de mi investigación, me di cuenta de que la masculinidad era importante no únicamente a nivel de representación en la cultura popular, sino también al interior del propio negocio, era el principio organizador que permitía a todos esos hombres que trabajaban en las cadenas de producción y comercialización de la marihuana, articularse y trabajar entre ellos, así que a través de ese código de honor masculino se comprometían en acuerdos verbales para negociar, cosechar y coordinar las operaciones de exportación.
De tal manera que la palabra de honor, lo mismo que el hombre de honor, era muy importante, pero también lo eran otros atributos masculinos como el ser asertivo, audaz, astuto, agresivo e incluso ser violento si fuera necesario, el ser capaz de trasladarse en una geografía tan grande que tenía conexiones precarias, ser capaz de conducir un automóvil y consumir ostentosamente.
Así pues, todos esos atributos masculinos eran absolutamente primordiales en el funcionamiento interno de esa economía, en la cultura que la hacía posible y que en esos tiempos también se veía reflejada en la música y el folclor de la región que hoy es un género musical muy popular y vende muy bien en toda Latinoamérica, incluso los premios Grammy tienen una categoría específica para esta música que se llama vallenato, que en los 1970’s empezó a reflejar las personalidades, el abuso, las aventuras y la imagen pública de estos traficantes, obviamente de una manera cifrada, tal que para el escucha que no conocía la historia local, no era evidente, pero para las personas de la región era absolutamente notorio y esa fue la primera metodología que utilicé para entenderlo, escuchar vallenatos o volver a escuchar vallenatos, pues toda mi vida había escuchado estas canciones, gracias a que mi padre es un fan y conocedor del vallenato.
Entonces la masculinidad realmente se convirtió en el principio organizador del propio negocio y cuando el negocio se hizo verdaderamente violento, tras la asociación del gobierno colombiano con el gobierno de los Estados Unidos que en ese momento lanzaron una campaña de erradicación de los campos de mariguana y de prohibición del tráfico de Colombia hacia los Estados Unidos. La masculinidad también se volvió el principio organizador de esa respuesta violenta que los traficantes tuvieron que implementar para lograr sobrevivir a la criminalización y la militarización, por lo que la perspectiva de género realmente me sirvió para entender la evolución del negocio en diferentes momentos.
J.P.: Eso es absolutamente increíble y me voy a sumar a ello, pero sigamos, pues son tantas las metodologías de las que echas mano en tu libro.
Mencionas que desde tu primer proyecto periodístico en la parte Sur de la costa del Caribe hasta tu perspectiva antropológica cuando visitaste a tu abuela, mientras leía tu libro no dejaba de pensar en las genealogías retrospectivas en esa conexión que haces.
¿Nos puedes hablar un poco más acerca del trabajo interdisciplinario y de escritura sobre las drogas y la violencia en Colombia y en América Latina más en general y también si puedes arrojar un poco de luz para la audiencia en algunas de las conexiones que haces entre la cultura Wayuu y también en la cultura del café en la región, cuando observas la cultura oriental del contrabando, ya que aparecen en el amplio uso metodológico que haces de diferentes disciplinas?
L.B.: Sabemos que las economías de las drogas y las culturas de las drogas son fenómenos sociales y culturales muy complejos y no hay manera de que un solo método o una disciplina en particular puedan revelar o explicar las diferentes facetas de estos fenómenos, así que pienso que, en definitiva, esta interdisciplinariedad es la única manera para llegar a entenderlos, y así ha sido en las décadas recientes.
Vemos cómo investigadores, académicos y periodistas han hecho todo tipo de trabajos, prestando atención desde el aspecto económico, al aspecto político, al aspecto diplomático, al aspecto cultural, al aspecto literario, pues en estas economías y culturas de las drogas tienen muchas capas por lo que, definitivamente, no es posible tener un entendimiento claro de éstas desde un solo ángulo, con una sola perspectiva; en las décadas en que Colombia pasó de ser una república cafetalera a ser una nación narcótica, para seguir utilizando los términos que uso en mi libro, las personas que han estado intentando entender la transición han sido en su mayoría economistas y de las ciencias políticas, y en un verdadero intento por entender las dinámicas internas del negocio desde un punto de vista económico y cuantitativo, utilizaron métodos cuantitativos; afortunadamente a partir de los 1990’s, antropólogos, sociólogos, e historiadores empezaron a interesarse en aquellas regiones donde se producía la coca para la economía de la cocaína pero muy pocos retomaron el tema del negocio de la mariguana de los 1970’s, porque, como ya dije, la cocaína dominó al país tan aceleradamente que ese era el tema más urgente que debíamos cuestionar y responder.
Así que mucha gente de la propia región donde la economía de la marihuana prosperaba y declinaba era la que hacía ese trabajo y lo hicieron admirablemente, yo misma he utilizado sus ensayos y sus libros para mi propio libro y verdaderamente intenté crear un diálogo basándome en sus muy importantes contribuciones, pero ellos seguían creyendo y pensando en términos de una ausencia de Estado, así que también tuve que cuestionar esa producción académica, intelectual y periodística local pues seguía reproduciendo lo que yo considero un mitología.
De hecho, Margarita Serje, una antropóloga colombiana muy interesante ha escrito acerca de la mitología de la ausencia, del mito de la ausencia del Estado. Así que, para mí, la única manera para verdaderamente entender cómo emergió, se consolidó y declinó esta economía de la mariguana en esa parte de la costa del Caribe, fue combinar diferentes métodos y diferentes abordajes para compensar unos con otros.
Para ser menos abstracta y ser más concreta, utilicé el periodismo en la localización de personas que habían participado en esta economía o que habían sido testigos de lo sucedido en la región, y también lo utilicé para hacer todo tipo de entrevistas, desde entrevistas bien estructuradas o entrevistas semiestructuradas hasta entrevistas temáticas, entrevistas de historia de vida, así fue que realmente utilicé el periodismo; de la antropología utilicé métodos de observación participante como escuchar canciones de vallenato de la era de la mariguana, tanto en un contexto social como en el privado, también para realizar diferentes tipos de descripciones etnográficas, tengo docenas de libretas donde tomo notas, dibujo mapas, llevo un diario personal y utilizo todas las metodologías antropológicas; como las historiadoras somos realmente buenas para identificar fuentes, hayan sido publicaciones o no y para encontrar archivos públicos, archivos de familia privados, tanto en los Estados Unidos como en Colombia, trabajar con medios impresos en bibliotecas y librerías, así que analicé y cuestioné esas fuentes e intenté navegar con las tres disciplinas en las que me formé: periodismo, antropología e historia para complementar con una lo que la otra no podía darme y así producir una historia de la economía y la cultura de la mariguana con varias capas que abordara cada uno de sus diferentes aspectos, los aspectos económicos, políticos, diplomáticos, los aspectos laborales, de género, de representación de la cultura popular.
Me gusta decir que mi libro es un sancocho, este es un guiso tradicional de la cocina caribeña increíblemente delicioso y que puedes encontrar en muchos países, en diferentes versiones, tanto en las islas como en la costa continental del Caribe y me gusta pensar en mi libro como un sancocho, como una mezcla de distintos ingredientes que se juntan y aunque parece contra intuitivo, al final produce una nueva visión de un viejo problema.
J.P.: Definitivamente se nota, la mixtura se hace patente. Has expuesto las diferentes herramientas, perspectivas y métodos y de manera tan elocuente lo que tomas de cada una.
Hablemos de resultados, qué nos dice tu argumento sobre contar historias del conflicto del Estado y de las drogas en América Latina, cuáles son las lecciones que nos deja. Dado que nos centramos en México y América Central, qué lecciones nos deja tu libro sobre la modernización agraria, la presencia del Estado o los conflictos de las drogas en América Central y México.
L.B.: Como ya dije, pienso que el sancocho, en el intento de hacer varias cosas a la vez, obviamente la decisión de si lo logré o no, dependerá del lector, yo me divertí mucho haciéndolo, así es que al menos desde ese punto de vista, producir y cocinar el sancocho fue muy divertido y con suerte los lectores encontraran que tiene sentido y que verdaderamente muestra un viejo problema bajo una nueva luz.
Una de las varias cosas que quise hacer, y es ahí donde encuentro que es novedoso y la contribución que hace mi libro es para los investigadores de las economías y las culturas de las drogas en Colombia, pero también en América Latina en general y esa contribución se da en tres niveles.
El primero cuestiona el paradigma del desarrollo que prevaleció en América Latina durante el siglo veinte, éste se basaba en las grandiosas metas de modernización, industrialización y burocratización, y lo cuestioné porque mientras las investigaba, me di cuenta que los descontentos, las contradicciones y los problemas no resueltos de ese paradigma de desarrollo, tal como se implementó y se aplicó en el territorio, crearon las condiciones para el surgimiento de esas economías ilegales. No eran únicamente las drogas, sino que éstas eran el principal tipo de mercancía, mercancía ilegal que hizo posible la creación de una escenario de contestación y acomodación para aquellas contradicciones y problemas no resueltos de este particular paradigma de desarrollo, porque este paradigma de desarrollo fue pensado como la única vía para transformar esos países rurales que en su mayoría eran los países latinoamericanos, salvo algunas excepciones como Argentina, quizá algunas regiones de Brasil donde a principios del siglo veinte repuntó una economía industrial, pero la mayoría de los países latinoamericanos eran países agrarios y rurales hasta muy entrado el siglo veinte, este paradigma de desarrollo prometía algo así como un salto hacia una economía y una sociedad moderna e industrializada y cuando empezamos a ver los resultados en el territorio, que es lo que muchos historiadores, antropólogos y sociólogos han estado haciendo durante una década, lo que sucedió es que encontramos que, de hecho, ese paradigma beneficia a aquéllos en el poder y a sus redes de poder, ya estuvieran articulados en partidos políticos o a través de negocios o lo que fuera, pero a la mayoría de la gente, las masas anónimas, muchas veces analfabetas, quedaban excluidas de esos beneficios y en el caso de la economía de la mariguana, fueron acorralados en los valles del interior de la Sierra Nevada de Santa Marta, para abrir y colonizar esa frontera agrícola y sobrevivir cómo mejor pudieran.
Así que las contradicciones de ese paradigma de desarrollo produjeron las condiciones para que la gente encontrara nuevas formas creativas y muchas veces ilegales para seguir siendo parte del desarrollo y la modernización agrícolas. De alguna manera, como lo digo en mi libro, y lo voy a citar textualmente “en todo caso, la economía de la mariguana no fue producto de la ausencia de Estado sino la criatura bastarda de los descontentos de una serie de reformas que buscaban el desarrollo agrario, en sus propios términos fue una respuesta creativa a la modernización.” Esa es la primera contribución, la segunda es que pienso que realmente examino los procesos de la formación del Estado nación y llego a la conclusión de que, de hecho, el Estado es parte del problema y rara vez es parte de la solución.
Por la manera en que concebimos al Estado y cómo nos relacionamos entre nosotros en los procesos de formación del Estado, y esto es muy evidente en Colombia, porque en estas regiones consideradas periferias, el Estado siempre se ha construido a partir de la imposición, la violencia, muchas veces la criminalización, la militarización; así que el Estado se convierte en una especie de agente invasivo que llega a una región a causar perturbaciones en lugar de llegar a crear un escenario dónde los diferentes sectores sociales puedan interactuar entre ellos en términos de una relativa igualdad y puedan decidir de qué manera van a administrar sus recursos y también cómo van a construir una vida pública.
Esa es la segunda, y finalmente la tercera tiene que ver con las discusiones acerca de la violencia. Al igual que varios académicos que encontraron que sucedían cosas similares en lugares como México y Centroamérica y en algunos países de Sudamérica como por ejemplo el Perú, encontré que la violencia no es constitutiva de la economía de las drogas, la violencia sólo sucede en contextos muy específicos donde existe competencia, sea entre redes de producción y tráfico o donde el Estado llega a militarizar y a criminalizar esas actividades, obviamente utilizando el monopolio de la violencia en contra de esas comunidades que se han ido acomodando a esos procesos de desarrollo y modernización a través de medios ilegales.
Creo que esa es la tercera contribución que pongo sobre la mesa, entendiendo en qué contexto y de qué maneras la violencia se vuelve una respuesta razonable y, de hecho, un método necesario para participar en estas economías y poder sobrevivir.
J.P.: Excelente, me encanta cómo lo planteas y ahora para terminar con tu libro ya que presentas varias maneras para abordar estos estudios y espero que estudiantes y académicos tomen nota, en el contexto de hoy, especialmente investigando en medio del Covid, los estudiosos de las drogas y la violencia en América Latina, México y Centro América, en particular, de qué manera podrían utilizar tu libro para ampliar sus ángulos de análisis o los tipos de metodologías.
L.B.: Por un lado pienso que las tres contribuciones de las que he hablado con relación al Estado, al desarrollo y a la violencia, pueden motivar a estudiantes y académicos que trabajan con Centro América y México, también las dinámicas entre el centro y la periferia dónde los paradigmas del desarrollo y los procesos de formación del Estado han sido decisivas y fundamentales para la historia más reciente de estos países.
Me gusta pensar que en las condiciones en que estamos trabajando con la pandemia, con la protesta social y con los movimientos sociales que están surgiendo como reacción a la pandemia, pero también como reacción a la corrupción del sistema político, económico y financiero en que vivimos. Obviamente en cada país esto sucede con sus particularidades, pero creo que existe un común denominador que tiene que ver con que se ha agotado el modelo de desarrollo neoliberal en el que vivimos desde los 1980’s y 1990’s, según el país del que se trate, más allá de eso, espero que este libro incentive a estudiantes y también a colegas académicos, pero sobre todo a estudiantes, a las personas jóvenes, a no tener miedo de ser creativas y a probar distintas cosas y no tener miedo de sus propios sancochos, porque muchas veces, es un poco engañoso pero como estudiantes que intentan avanzar en su propia carrera, en este extraño momento en que el apoyo financiero es escaso y el mercado de trabajo, los prospectos para el mercado de trabajo parecen muy desalentadores y es muy difícil enfocarse en lo que te motiva, en lo que estimula tu curiosidad y con razón, pues libramos muchas batallas y tenemos muchas peleas que dar, pero una de esas luchas es con nosotros mismos y con nuestra propia mente y tenemos que seguir nuestro instinto y seguir nuestra curiosidad, siendo creativos en nuestros propios términos.
Así que espero que este libro motive a los jóvenes investigadores a no tener miedo y a hacer sus propias combinaciones y a crear sus propias recetas, que esperemos les resulten bien, pero a veces lo intentamos y fracasamos, el proyecto de mi libro fue un proyecto bastante largo y me caí en varias ocasiones y de muchas maneras, seguramente, quienes me lean juzgarán que tuve fracasos que yo misma no consideré como tales, pero así es, así sucede en la academia y así es como ponemos ideas nuevas sobre la mesa.
Entonces supongo que la creatividad para combinar diferentes tipos de fuentes y permitir que tu instinto te diga cómo navegar lo desconocido, eso sería lo que espero de este libro cuando jóvenes y académicos se acerquen a él. Obviamente que en este momento hay muchos proyectos para digitalizar, hay fuentes de la prensa y fuentes de diferentes tipos de medios, hay documentos de gobierno que han sido desclasificados.
Recientemente, en Northwestern tuvimos una conversación muy interesante con el Profesor Lara Putnam de la Universidad de Pittsburgh quien ha sido un pensador pionero en cómo los historiadores podemos ser más osados con las fuentes digitales y también en el desafío ético de trabajar con materiales digitalizados, pero eso es algo que definitivamente está creciendo y creo que tiene sus ventajas así como sus desafíos, pero para la gente joven podría ser como un nuevo horizonte a explorar y para intentar cosas nuevas.
J.P.: Absolutamente y espero que nuestra audiencia te esté escuchando claramente y que esté lista para entrar de lleno, primero a tu libro y después a la tarea de atreverse a preparar su propio sancocho.
Así que muchas gracias por compartir tu receta y tu tiempo con nosotros y por favor, a quienes nos escuchan: El Boom de la Mariguana, Ascenso y Caída del Primer Paraíso de las Drogas en Colombia de Lina Britto es un libro que leerán de pie. Fue un placer platicar con ustedes nuevamente para nuestra serie de conversaciones de Noria México y América Central sobre Género, Geografía y Violencia, en especial Violencia Contra las Mujeres en México y Centroamérica.
Lina, es muy linda la manera en que expresas la parte motivacional, muchas gracias. ¿Quieres decir una última palabra?
L.B.: Seguro, antes que nada, Jayson muchas gracias por la invitación y a todo el equipo de Noria, admiro mucho su trabajo.
Es fantástico tener estos espacios de diálogo y poder conocernos mejor y trabajar juntos y a la audiencia le puedo decir que se mantengan fuertes, si algo nos enseña la historia es que los latinoamericanos somos increíblemente resilientes y hemos atravesado el infierno muchas veces así es que juntos y juntas vamos a salir de esta.