Este artículo es el Capítulo n°5 de la Serie «La violencia toma lugar».
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“Hacer milpa es un acto de resistencia, profundamente político”
Alberto Cortés, El maíz en tiempos de guerra.
Negociando la violencia en el cultivo de marihuana y amapola
En los años 2018 y 2019 visité sistemáticamente cuatro cárceles estatales de Oaxaca, donde platiqué con cientos de presos. Después del pase de lista matutino, me acercaba para conversar en el patio o durante pláticas grupales que organicé sobre la vulnerabilidad en el campo y la legalización de las drogas. Entrevisté a setenta y seis de ellos para hablar con más detalle sobre la marihuana y la amapola en su pueblo, un tema espinoso del que saben de primera mano pero que no es fácil de abordar.1
En sus testimonios encontré voces y experiencias compartidas a pesar de la gran diversidad socio-ecológica que caracteriza al estado de Oaxaca. En este ensayo analizo específicamente lo referente a la relación entre la milpa y la violencia asociada a la criminalización del cultivo de marihuana y amapola. La milpa es un policultivo familiar principalmente de autoconsumo y centrado en el maíz, que involucra a otras especies domesticadas (sobre todo frijol y calabaza) y semi-domesticadas (muchas de ellas conocidas como quelites). Para los productores y sus familias, la milpa ha sido fundamental desde varios ángulos para reducir los riesgos de la coerción anti-narcóticos. Es por ello que, salvo excepciones, no ha sido sustituida o desplazada sino, por el contrario, estratégicamente conservada. En un contexto de alta producción de cultivos ilegales, la conservación de este sistema agrario ha promovido la organización comunitaria para una efectiva negociación con soldados y organizaciones traficantes de drogas.
Como argumentaré a continuación, dichos testimonios desde la cárcel confirman a la milpa como una institución política comunitaria, al tiempo que reflejan la relevancia de este policultivo ancestral en el análisis de la violencia en las zonas de producción de cultivos ilegales en Mesoamérica—centro de origen y diversificación de la milpa.
Contexto histórico agrario
Miles de años antes de la llegada de la marihuana y la amapola a Oaxaca ya se había domesticado en esta misma región el ancestro y actual pariente silvestre del maíz, el teocintle. El vestigio más antiguo de esta domesticación en el mundo se encontró recientemente en los Valles Centrales del estado. Se calcula que los restos ahí conservados datan de unos 6,250 años.2
Desde entonces, humanos, maíces y otras especies alimentarias y medicinales juntos han emigrado y creado asentamientos en todas las micro-regiones oaxaqueñas. Su coevolución es hoy en día evidente en la diversidad lingüística y del maíz, que están estrechamente relacionadas.3En Oaxaca se hablan quince lenguas indígenas (y sus variantes) y se cultivan 35 variedades de maíz como parte del sistema milpa.4 En la última década, 250 mil familias sembraron cada año alrededor de 540 mil hectáreas de maíz de temporal (sin riego), que es maíz nativo casi en su totalidad.5Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), México. Producción agrícola, estadísticas anuales.[/mfn]
La marihuana y la amapola, en cambio, llegaron por primera vez a unos cuantos pueblos oaxaqueños en los años sesentas del siglo pasado. En las siguientes décadas, su producción se fue expandiendo. De 1990 al 2018, la destrucción de estos cultivos por parte del ejército mexicano se concentró principalmente en la Sierra Sur, pero involucró a 78% de los municipios en las ocho regiones de Oaxaca.6
En su mayoría son milperos y sus familias quienes de manera voluntaria e independiente han cultivado marihuana y amapola en Oaxaca. Es casi inexistente el trabajo forzado por organizaciones traficantes de drogas. Sólo conozco un municipio en el que los campesinos y campesinas eran (y quizás siguen siendo) obligados a cultivar. Son pocos los territorios oaxaqueños en que un grupo externo al municipio pueda tener la capacidad de sostener una imposición de este tipo. Así lo demuestran los intentos fallidos de estas organizaciones ante la resistencia armada de la comunidad, con toques de queda, enfrentamientos y linchamientos de por medio. Pero más allá de episodios esporádicos que dan la nota sensacionalista, es destacable que la producción sea realizada principalmente por unidades campesinas de pequeña escala y no involucre coerción con fines de monopolio.
También es destacable que en Oaxaca no hay jornaleros inmigrantes en la producción de cultivos ilegales, a diferencia de estados en el noroeste de México y de algunas regiones de Sudamérica. La tierra la trabajan oriundos o avecindados del municipio, un derecho anclado en la propiedad social bajo el régimen de bienes comunes y de ejidos, que abarcan alrededor de 75% del territorio del estado.7
Una coexistencia estratégica
Ante la posibilidad de cultivar marihuana o amapola y así incrementar los ingresos monetarios de la familia, los milperos se ven ante un dilema común en la agricultura. Tienen la opción de especializarse en un solo cultivo por razones de eficiencia, comercialización y rentabilidad, o alternativamente pueden integrar este cultivo comercial a su sistema productivo y así diversificar el riesgo. Porque en efecto, la especialización ofrece mayores ganancias pero de un momento a otro se puede perderlo todo. Quedarse sin alimentos y sin dinero para comprarlos es ciertamente el peor escenario posible.
Los riesgos empiezan con el robo de la cosecha, siempre latente y más común que con cultivos legales por su valor comercial, superior a los demás. Para evitar el robo, uno o más encargados permanecen armados en la parcela o cerca de ella unas semanas antes y durante la cosecha.
Luego, algunos productores intercalan en el mismo terreno la marihuana o la amapola con el maíz, pero este camuflaje no es común. En primer lugar, no todas las variedades de maíz son suficientemente altas para cubrir la marihuana. Además, al intercalarlas compiten por la luz solar y por los nutrientes del suelo. Y por si lo anterior fuera poco, los soldados machetean y fumigan parejo, sin importar si hay maíz de por medio. El maíz, la marihuana y la amapola se llevan mejor separados, cada uno en su parcela.
Por otra parte, la decisión de un campesino o campesina de dejar la milpa puede generar sospechas a vecinos capaces de delatarle debido a conflictos personales o familiares previos, o por simple envidia. “Si no siembra milpa”, dirían aquellos, “¿a qué se dedica y con qué se sustenta?” Por lo tanto, mientras producen marihuana o amapola lejos del pueblo, muchos siguen haciendo su milpa en los terrenos cercanos de siempre, aunque sea nada más “para taparle el ojo al macho”, esto es, como “pantalla” o distractor.
Frente a ladrones y delatores, pero también ante la posibilidad de que los soldados encuentren y destruyan el plantío o que los precios de la cosecha colapsen de un año a otro, como sucede periódicamente, la mayoría de los productores prefiere diversificar el riesgo, es decir, conservar la milpa. Las familias tienden a la diversificación de su economía, cultivando para autoconsumo y venta, trabajando simultáneamente en actividades agrícolas y no agrícolas en el pueblo, y/o mandando a uno o más miembros de la familia a trabajar al norte.
En este caso, el maíz sobre todo representa para el hogar, junto con las demás especies domesticadas y semi-domesticadas de la milpa, un seguro alimentario ante las vicisitudes de la prohibición. Mientras tanto, la marihuana y la amapola le aportan no sólo un ingreso monetario, si bien incierto, sino también la posibilidad de continuar una vida campesina, evitando lo más posible la emigración, y de esta manera, conservando la producción y consumo de la milpa, en un ciclo complementario.
Negociando con los soldados
A nivel del hogar, la diversificación del sistema campesino con milpa y cultivos ilegales claramente funciona como estrategia de manejo de los riesgos. Mucho menos evidentes son sus implicaciones a nivel de la comunidad.
En las sierras oaxaqueñas, el sistema agrario tiene particularidades que no son transformadas sino incluso reafirmadas por la adopción de cultivos ilegales. Como lo señalaba antes, es un sistema conformado por pequeñas e independientes unidades familiares, milperas, que operan mayoritariamente en tierras de propiedad social. La conservación de este sistema en municipios de alta producción de marihuana o amapola se debe a los beneficios de la diversificación y al histórico valor social y emocional de la milpa, pero también al predominio de la propiedad social porque ésta inhabilita cualquier propensión al acaparamiento de tierras y su concomitante explotación laboral.
Las unidades productivas se ven así limitadas para incrementar la producción y las ganancias, pero su similitud de condiciones, ingresos y riesgos conlleva intereses en común. Es por ello que en este contexto se han usado instituciones locales para el manejo colectivo del riesgo. Destaca entre ellas la asamblea comunitaria, en donde se llegan a discutir temas relacionados a actividades ilegales. Ahí y en reuniones extraordinarias de productores se ha acordado, por ejemplo, sembrar en terrenos lejanos al pueblo para no exponer a los vecinos. O se hacen llamados para detener el robo de la cosecha.
Más sorprendente aún, en algunos municipios se ha determinado la necesidad de cooperar entre todos para sobornar periódicamente a los soldados, con el fin de que éstos den aviso anticipado de su llegada o para que destruyan la menor cantidad de plantíos posible.
En un municipio se prohibió a los productores enfrentarse a los soldados. En otros municipios esta restricción no ha sido necesaria porque a los soldados estratégicamente se les trata bien; se les da de comer y a veces hasta beben alcohol juntos. Sucede en ocasiones que los soldados fingen subir al cerro pero acampan antes, sin salir a destruir plantíos, como fue acordado. “Ahí se les manda cualquier vaquita, cualquier becerrito.” La sensibilidad diplomática de los milperos organizados ha involucrado también jugar futbol y basquetbol con ellos.
Negociando con los traficantes
Cuando la mayoría de milperos produce marihuana o amapola en el pueblo, generalmente se da un proceso de compra de armamento vinculado a la entrada de dinero. Se adquieren pistolas y armas de alto calibre. La función principal de adquirir las recién llegadas armas de alto calibre es disuadir el robo de la cosecha clandestina. “Con un [rifle] veintidocito, nadie te respeta.”
Usualmente son los intermediarios—también llamados “acaparadores”—quienes venden estas armas o las intercambian por cogollos de marihuana o goma de opio. Estos hombres generalmente son originarios del municipio y compran toda o parte de la producción para luego revenderla al transportador ahí mismo o en el siguiente eslabón del tráfico. También hay foráneos que entran con el único fin de vender armas. Las exponen abiertamente “como si fruta vendieran, y a buen precio.”
Varios milperos encarcelados con los que hablé vinculaban el incremento de asesinatos en su pueblo con la entrada de estas armas. Sin embargo, al profundizar en su descripción se revelaba que los asesinatos estaban relacionados con una desintegración social anterior al auge marihuanero y amapolero. El armamentismo por sí mismo no conlleva violencia ni atiza conflictos ya existentes. Son pueblos que desde antaño están armados con machetes, escopetas y rifles de caza y tienen una larga historia de rebeliones y enfrentamientos por tierras.
Pero además este armamentismo ha sido clave para detener los intentos de extorsión de organizaciones traficantes de drogas. Estas organizaciones se han encargado del transporte regional e internacional de la marihuana y la heroína producidas en Oaxaca. Localmente controlan también el mercado de cocaína y metanfetamina. Los milperos rara vez interactúan con miembros de estas organizaciones. En la compra-venta de la cosecha, tratan solamente con intermediarios. Si acaso el contacto directo se ha dado por los enfrentamientos armados que se producen cuando los traficantes pretenden cobrar impuestos o controlar la producción local.
En dos municipios han querido y no han podido “meterse”. En cuanto corren rumores o gente sospechosa es identificada, se intensifica la compra de armas y se convoca a una reunión para organizar la expulsión.
Ante la resistencia, que ya ha adquirido reputación, cierta organización del tráfico de drogas ha mantenido una posición más bien prudente. Para garantizar la constante adquisición de un gran volumen de cosecha, el encargado regional de esta organización acordaba con las autoridades municipales la renta de tierras para estos cultivos, que serían trabajadas por milperos locales, además de la compra de la producción restante a los intermediarios. De vez en cuando, los traficantes daban a las autoridades un regalo para el pueblo, afianzando así la colaboración. “Vino una paloma y puso un huevito”, aclaraban las autoridades a su gente el origen del dinero.
Entrevisté paralelamente a un miembro de esta organización, hijo y sobrino de milperos productores de marihuana. Él mismo fue productor e intermediario antes de ser transportista. Refiriéndome a un municipio donde su organización rentaba tierras, le preguntaba sobre el trabajo forzado:8
Pregunta: Ustedes no podían amenazar a un campesino ahí, ¿o sí?
Respuesta: No, porque [ese pueblo] es muy unido. Ahí la gente es muy matona.
P: No se metían con los campesinos.
R: No, no, tampoco. ¿Por qué? Porque a lo mejor sí matábamos a unos 15, 20, pero no íbamos a salir de ahí [vivos].
La versión de un milpero era igualmente contundente:9
“Ahí en [mi pueblo] nada de que va a llegar un güey de acá a decir: ‘yo voy a poner mis reglas, esto que están cultivando va a ser ahora para mí’. ¿Pus cómo ‘va a ser para mí’, si desde morrito estoy trabajando eso, para que tú llegues y quieras mandarme? Pues no […] Y eso siempre nos han inculcado mis abuelos. Nadien te va a sobajar. Nadien. Si tú eres algo lo vas a hacer y no te vas a echar para atrás.”
Conclusión
Fielmente reflejada en dichos testimonios desde la cárcel, la milpa es esencial en el ámbito familiar para el manejo de los riesgos y como seguro alimentario, pero incluso trasciende este ámbito para ocupar un papel protagónico a nivel político comunitario en las zonas serranas de Oaxaca.
Frente a la violencia asociada a la prohibición militarizada de cultivar marihuana y amapola, este sistema agrario constituido por múltiples unidades independientes y de pequeña escala ha formado parte y servido de amalgama de instituciones locales de ayuda mutua y colaboración. Entre estas instituciones, la propiedad social de la tierra y la asamblea comunitaria han sido particularmente relevantes en la acción colectiva frente a la “erradicación” de estos cultivos y a la relación con organizaciones traficantes de drogas.
Como fue descrito en este ensayo, la milpa y los cultivos ilegales se benefician mutuamente en un ciclo complementario que ofrece a las familias campesinas una fuente de ingreso monetario que reduce la emigración y cuya incertidumbre es en parte subsanada por la autosuficiencia alimentaria. La persistencia de este sistema a nivel de la comunidad evita el monopolio productivo y la explotación laboral y permite así la cooperación entre quienes comparten condiciones, riesgos e intereses en común. Esto ha incluido la noción también compartida de que el autogobierno depende en buena medida de una milicia local organizada y de alta potencia.
En síntesis, el caso de Oaxaca sugiere que en ésta y otras zonas productoras de cultivos ilegales en Mesoamérica, cuna de la milpa, las dinámicas de violencia en parte se esclarecen en la interacción entre este sistema agrícola y alimentario, la organización comunitaria y la soberanía local. Hacer milpa es hacer comunidad.
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Notes
- Tamariz, G. 2020. Agrobiodiversity conservation with illegal-drug crops: An approach from the prisons in Oaxaca, Mexico. Geoforum. ↩︎
- Piperno D.R., Flannery K.V., 2001. The earliest archaeological maize (Zea mays L.) from highland Mexico: new accelerator mass spectrometry dates and their implications. Proc. Natl. Acad. Sci. USA 98: 2101–3. ↩︎
- Orozco-Ramirez, Q., Ross-Ibarra, J., Santacruz-Varela, A., Brush, S., 2016. Maize diversity associated with social origin and environmental variation in Southern Mexico. Heredity 116, 477–484. ↩︎
- Aragón-Cuevas, F., Taba, S., Hernández, J.M., Figueroa, J.D., Serrano, V., 2006. Actualización de la información sobre los maíces criollos de Oaxaca. INIFAP, Informe final SNIB-CONABIO proyecto No. CS002 México D. F. ↩︎
- Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), México. Producción agrícola, estadísticas anuales. ↩︎
- Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), 2019. Plantíos y hectáreas de marihuana y amapola destruidos por la SEDENA en 1990–2018, por municipio y año. ↩︎
- López-Bárcenas, F., 2009. La diversidad mutilada: los derechos de los pueblos indígenas en el estado de Oaxaca. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México. ↩︎
- Entrevista en la cárcel estatal en Miahuatlán de Porfirio Díaz, Julio de 2019. ↩︎
- Entrevista en la cárcel estatal en Ixcotel, Oaxaca de Juárez, Enero de 2019. ↩︎