Nuestro trabajo y enfoque
Este texto no tiene vocación exhaustiva, ni pretensión de aportar respuestas. Es la primera pieza colectiva de un proyecto de largo plazo que reúne a 32 mujeres y hombres, académica-os, periodistas y fotógrafes que trabajan en, y sobre 6 países.
Así, cada una de las temáticas brevemente expuestas en este texto se verán desarrolladas en futuros proyectos e iniciativas, y serán complementadas por una bibliografía abierta al público.
Nuestro programa busca producir conocimiento basado en investigación independiente, original y exclusivamente basada en datos cualitativos y trabajo de campo.
A fin de difundir nuestras producciones hacia la máxima audiencia, el programa reúne investigadores, periodistas, cartógrafos y fotógrafos que trabajan en proyectos enfocados en:
- Dinámicas de violencia, orden político y organizaciones criminales.
- Migración, desplazamiento forzado y desapariciones.
- Políticas públicas de seguridad, políticas de drogas y gobernanza.
Nuestra agenda
“Si tus fotos no son suficientemente buenas es porque no te has acercado lo suficiente”.
Esta famosa frase del fotógrafo Robert Capa podría usarse para describir la forma en que, en la actualidad, se analiza la violencia en México y América Central.
En los últimos quince años, las tasas de homicidios en la región se han incrementado hasta alcanzar niveles escandalosos. Así como la(s) violencia(s) se ha(n) multiplicado, también lo han hecho los análisis que intentan explicar dicho fenómeno a través de lenguajes académicos, expertos o periodísticos. Aunque reconocemos el valor de estos trabajos, consideramos que muchos de ellos parten de perspectivas distantes, tanto física como analíticamente, que no permiten explicar las dinámicas que pretenden comprender. En este sentido, muchas veces adolecen de males parecidos a los que afectan las políticas de seguridad, nacionales y regionales.
Esta distancia, reforzada con posturas sobre la llamada “violencia criminal” o los “conflictos armados”, entre muchas más, ha perjudicado tanto el entendimiento analítico como ha influenciado las representaciones populares acerca de las dinámicas locales de seguridad, gobernanza y (des)orden en México y América Central. Así, se aceptan narrativas cada vez más generales y auto-reafirmantes en las cuales la violencia es un fenómeno a-histórico y a-social, que pertenece a un mundo oscuro, ubicado al margen de la sociedad sana y funcional.
La premisa política es clásica: el Estado sería el garante del monopolio de la violencia legítima. Sin embargo, la realidad social en la región – y en gran parte del mundo – no es ésta. No lo es ahora, y quizás nunca lo haya sido. De hecho, el proceso histórico de formación de los Estados y democracias de la región se ha desarrollado a lo largo de décadas de violencia pública y privada, tanto legítima como ilegítima, y enésimos ejemplos concretos, y bien documentados, de tortura, detenciones ilegales, ejecuciones, desapariciones y desplazamientos forzados para la consolidación del poder.
“Se aceptan narrativas cada vez más generales y auto-reafirmantes que presentan la violencia como un fenómeno a-histórico y a-social, que pertenece a un mundo oscuro, ubicado al margen de la sociedad sana y funcional.”
En este largo proceso, que sigue en curso, el Estado nunca reivindicó, en la practica, el famoso monopolio de la violencia legítima. Siempre lo ha compartido y/o delegado activamente con actores privados, legítimos e ilegítimos, que participan de la construcción del orden junto con autoridades públicas. Para entender las dinámicas sociales de la violencia que agitan los países de la región, debemos tomar cierta distancia respecto a la teoría clásica del Estado. Si queremos describir y entender lo que sucede en la realidad, tenemos que observarla tal y como es, no como teóricamente esperamos que sea.
Luego, gran parte de los acercamientos suponen que la tasa de homicidios – u otras variables cuantitativas – son la única vía para entender las causas y trayectorias de la(s) violencia(s). Aquí, la premisa es la siguiente: lo que no se puede medir, no se puede analizar. Y aunque en algunos casos los datos se acompañan de discusiones en las que se reconocen los límites – bien documentados – de estos registros, al final reproducen una noción de violencia particularmente limitada, que implica generalmente tres elementos distintivos: 1) un perpetrador claramente delimitado ; 2) un motivo claro (enfrentamiento, control territorial, conflictos sobre las “rutas de la droga”, cobro de cuotas, extracción ilegal de recursos, venganza y disciplina, entre otros) y; 3) una víctima cuyo rol oscila entre la victimización y la criminalización.
Los tres elementos, además, son construidos casi siempre a partir de lo que la fuente oficial informa sobre el suceso, sin que medie discusión alguna. Ahora bien, cuando el delito se atribuye a una “guerra” entre cárteles o pandillas, el perpetrador y la víctima son imposibles de distinguir. Ambos caen en la categoría de “gente violenta” que mata o muere porque sí, porque es parte de su razón de ser, porque persiguen un proyecto criminal racional, y porque eso implica formar parte del mundo del crimen, sea “el narco” o “las maras”.
Este tipo de análisis nunca atiende los factores estructurales que alimentan las prácticas violentas, crea una distancia moral entre los lectores y las víctimas o perpetradores de la violencia, e invisibiliza todas las dinámicas sociales que no se quieren, o pueden “medir”.
Igualmente, cuando se trata de “acercarse al campo”, nos parece preocupante el número de investigaciones y reportajes periodísticos que sirven como trofeos para la autora o el autor. En estos casos, el “trabajo de campo” se transforma en herramienta extractiva que selecciona a sus interlocutores y sus temas únicamente con base en su peligrosidad para después exponer las descripciones más gráficas y sensacionalistas posibles, obteniendo notoriedad a partir de la exaltación, exotización y voyeurismo de la violencia.
Nuestro objetivo
El resultado son estudios que producen conclusiones relacionadas con “la violencia” a partir de sus manifestaciones más básicas – el homicidio o el delito – alimentado así posturas reactivas y poco estimulantes. El Programa Noria para México y América Central busca romper con estos paradigmas gracias a la producción y difusión de un conocimiento obtenido a través de la investigación independiente e inédita. Nos interesa diseñar, apoyar y conducir proyectos sustentados en trabajo de campo y de archivo, producido en condiciones rigurosas y éticas. Buscamos describir y analizar las dinámicas de violencia desde su complejidad, alejándonos de las grandes narrativas.
Se trata de tomar distancia del “festín interpretativo” –-retomando al escritor mexicano Carlos Monsiváis— de la violencia, a pesar de lo seductor y emocionante que pueda resultar. Desde esta convicción, argüimos que el análisis detallado de los contextos locales debe ser el punto de partida de este esfuerzo colectivo. Esto no implica negar o pasar por alto la magnitud e importancia de las crisis, u olvidarse de las articulaciones que existen entre las escalas locales, nacionales, e internacionales, sino apreciarla a partir de sus múltiples componentes.