Introducción
Al igual que sucede con la historia de otras drogas, la historia del cultivo de amapola en México —así como del transporte y exportación del opio— se ha vuelto, con más frecuencia, objeto de análisis de historiadores, sociólogos y politólogos. Lamentablemente, su estudio suele hacerse de forma aislada, fuera de marcos analíticos claros o de perspectivas teóricas con reconocido camino disciplinar.
Sostengo que la historia de la amapola en México ganaría relevancia si se articulara mejor con campos y perspectivas académicas ya establecidas. En este breve artículo menciono tres: el enfoque de historia conectada (connected history), la historiografía sobre la relación bilateral México-Estados Unidos y los debates sobre la formación del Estado en México. La lista —naturalmente— no es exhaustiva. Por el contrario, lo que busca es hacer evidente el infinito potencial que tiene la historia del cultivo de la amapola para nutrir y ayudar a desarrollar, falsear o llevar a un nuevo nivel teorías de alcance medio, enfoques disciplinares y perspectivas teóricas.
En una frase: la historia del cultivo, tráfico, consumo y comercialización de amapola y sus derivados no puede estar aislada del mundo que la rodea; debe enmarcarse en una narrativa más amplia que le otorgue sentido y rigor.
La historia de la amapola y la construcción del Estado
Se llama state building o construcción del Estado al proceso de desarrollo de una estructura de gobierno más o menos centralizada y efectiva. La pregunta central de esta perspectiva es cómo y a qué costo pueden ciertas instituciones ejercer poder sobre poblaciones, territorios, organizaciones y otros actores locales.1 Mientras el análisis de proceso de construcción del Estado mexicano ha sido objeto de análisis durante décadas —sobre todo desde los llamados estudios culturales (cultural studies)2— son escasos los esfuerzos por relacionar esta agenda con la historia de la amapola en el país.
En consonancia con las teorías de formación del Estado que afirman que la violencia, el conflicto y la guerra son claves en el origen de los Estados nacionales, considero que la guerra contra las drogas —que en la primera parte del siglo XX no fue sino la guerra contra la amapola y sus derivados— fue fundamental en el proceso de construcción del Estado mexicano. Quizás el mejor ejemplo para ilustrar este punto es el despliegue de campañas de erradicación de amapola que comenzaron alrededor del año 1936 en la zona serrana del Triángulo Dorado. La narrativa dominante ha señalado que su realización es resultado de la presión estadounidense.3 Sin embargo, un análisis más minucioso muestra que las campañas de erradicación contra los cultivos de amapola fueron pensadas, diseñadas y ejecutas por el gobierno federal desde Ciudad de México como una forma de mostrar presencia en áreas “periféricas, indomables e indolentes”, por evocar tres adjetivos empleados por el antropólogo Salvador Maldonado Aranda.4 La presión estadounidense constriñó el margen y ritmo de operaciones, pero no fue el motor de las campañas de erradicación.5 En más de un sentido, éstas fungieron como una política de centralización que tenía incontables ventajas: mantener a parte del ejercito posrevolucionario ocupado en estas tareas, acotar el margen de acción de los gobernadores locales, mantener a raya las aspiraciones de caciques locales y apropiarse de parte de la renta que dejaba el cultivo de opio.
En consonancia con Charles Tilly, para quien la guerra es prerrequisito para la construcción nacional en Europa6, aquí sugiero que el combate a la amapola y sus derivados puede leerse como una forma a partir de la cual el Estado mexicano —acaso de manera desordenada y hasta cierto punto ineficaz— comenzó a constituirse en zonas a las que de otro modo no habría podido acceder. Esta perspectiva no solo es relevante por lo que nos dice sobre la formación del Estado mexicano en la primera parte del siglo, sino sobre las motivaciones que tiene el Estado hoy por continuar la guerra contra las drogas. Como en otras latitudes, el proceso de formación del Estado mexicano continúa. Es un cuento de nunca acabar que, si no fuera trágico, a más historiadores les gustaría contar.
La historia de la amapola en México y la historia conectada
Se llama historia conectada a uno de los tantos enfoques históricos que buscan estudiar las conexiones transversales entre diferentes actores sociales, así como los intercambios que vinculan sistemas sociales distantes.7 A diferencia de las llamadas historias mundiales o historias nacionales, en ese enfoque interesan las interrelaciones e interdependencias suprarregionales y transfronterizas. Esta visión es compartida por corrientes historiográficas que, a pesar de tener diferentes etiquetas (Global History, Transnational History, Entangled History), comparten premisas similares.8
En la historia conectada se privilegia el estudio de procesos imposibles de reducir en perspectivas que asumen el vínculo entre territorio, autoridad y Estado como la forma social y política natural e inmutable del mundo moderno. Se privilegia el movimiento, lo transnacional y la imbricación.
Considero que la historia de la amapola en México puede leerse como caso paradigmático de historia conectada. Esta perspectiva ofrece un marco amplio de análisis para examinar la improbable llegada de semillas de amapola a territorio mexicano en la segunda parte del siglo XIX, las tensiones que subyacieron a su comercialización y el siempre cambiante papel que desempeñó México en el sistema global de flujos de opio.
El consenso historiográfico indica que fueron comunidades de la diáspora china las responsables de cultivar las primeras plantas de amapola en México a principios de la década de 1880s.9Esto, en el marco de la gran oleada migratoria ocurrida entre 1848 y 1888, que llevó a dos millones de chinos (casi todos jóvenes) a dejar su país debido a las constantes crisis políticas y económicas del imperio, sufridas como consecuencia, al menos en parte, de las dos guerras del opio iniciadas por Gran Bretaña y sus aliados contra China.
Si solo nos detuviésemos aquí, ¿no sería lo anterior suficiente para afirmar que la historia de la amapola ofrece un brillante caso de estudio para la historia conectada? Sin embargo, eso no es todo. Antes de instalarse en México, la mayoría de los chinos que viajaron hacia América lo hicieron a California, donde la construcción de ferrocarriles y la fiebre del oro ofrecían trabajo y promesas casi siempre incumplidas. En 1881 eran más o menos cincuenta mil los chinos radicados en California, casi un 10% de la población.10 En los barcos que los llevaron a América venían a bordo semillas de amapola que encontraron tierra fértil en el nuevo continente. Así, junto a la construcción de ferrocarriles en el Oeste —símbolo del temprano capitalismo americano— se establecieron los primeros fumaderos para el disfrute de chinos y algunos anglosajones. Con ello, se consolidaron las primeras redes ya ilegales de comercio de amapola y sus derivados.
Los migrantes chinos eran, casi siempre, hombres jóvenes que viajaban sin familia; solían mantenerse segregados del resto de la sociedad anglosajona que los vio siempre con resentimiento y superioridad.11 Más todavía, su alta capacidad de trabajo a costo bajo creó sentimientos de xenofobia que poco a poco se cristalizaron en notas periodísticas y leyes profundamente racistas. Los chinos, se decía, corrompían a las “mujeres blancas” que habían comenzado a visitar fumaderos de opio en San Francisco. El culmen del sentimiento anti chino llegó en 1882 cuando se decretó la Chinese Exclusion Act, una ley que proscribió la migración china a los Estados Unidos y que abrió, como consecuencia involuntaria, la opción mexicana para miles de migrantes.12
La imposibilidad de viajar a los Estados Unidos y el inicio de una política de colonización promovida por la dictadura porfirista en México dio pie al inicio de la migración masiva de población china hacia la frontera sur, principalmente a los Estados del norte de México (Baja California Norte, Sinaloa, Sonora, Chihuahua), pero también a Veracruz, Yucatán y el Distrito Federal. Fue precisamente esta diáspora china la que jugó un papel fundamental en tres procesos distintos pero interconectados. En primer lugar, la expansión del cultivo de opio a una escala que, si bien limitada, excedía los propósitos de consumo interno. En segundo lugar, la propagación de la práctica de opio fumado hasta entonces probablemente inédito en el resto del país. Por último, la edificación de las primeras redes de comercio internacional de opio en México.13
Lo que siguió en las décadas subsecuentes fue una intensa búsqueda por apropiarse del valor que la planta generaría a partir de sus derivados. En las redes que se formaron con este objetivo participaron joyeros rumanos, campesinos sinaloenses, espías alemanes, marinos japoneses, mafiosos paraguayos, taxistas mexicalenses, agentes antinarcóticos y cónsules de los Estados Unidos, así como un gran número de individuos que dan cuenta del carácter trasnacional y conectado de la historia de la amapola y sus derivados en México. En algunos momentos —más concretamente en el ecuador de los años cuarenta y de los años setenta del siglo XX— México se convirtió en uno de los centros del mercado global de opio. En otros —particularmente ente 1950 y 1970— el país quedó al margen de esta gran historia. Nada de esto se explica sin entender el funcionamiento conectado del mercado de la amapola a escala global.
En síntesis: más allá del caso de la amapola, el campo de investigación sobre la historia de las drogas en México ganaría mucho si se le examinara desde el prisma de la historia conectada. Nada de su historia se entiende sin imbricación, movimiento e interdependencia; sin estos ingredientes tampoco se entenderá nada de su futuro.
La historia de la amapola en México y la relación con los Estados Unidos
Sigue siendo un misterio el porqué de la poca relevancia que se le ha dado a la amapola —y en general a las drogas— en las grandes historias panorámicas de la relación bilateral México-Estados Unidos, tanto las escritas por académicos como por diplomáticos. Son poquísimos, y casi siempre pobres, los intentos por entender cómo se forjó la relación México-Estados Unidos alrededor del tema de las drogas antes de que este se pusiera de moda a partir del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena en 1985.
La falta de estudios serios a este respecto no solo es un misterio, también es un grave error. En más de un sentido, este déficit ha sido óbice para entender con mayor profundidad los mecanismos en los que Estados Unidos ha ejercido su poder frente a México y las formas en que este último ha aprovechado ciertas coyunturas para reducir la asimetría y hacer valer las ventajas de la interdependencia.
Aunque falta documentarlo con mayor precisión, las primeras investigaciones serias a este respecto nos dejan ver que el cultivo de amapola y el transporte de opio han sido temas recurrentes en la relación entre México y Estados Unidos desde hace más de cien años. No hay reporte o memorándum importante de la política bilateral que no toque, aunque sea de forma tangencial, el tema del cultivo de amapola y del transporte de opio. Quizás la comparación parezca exagerada pero, así como es vital entender la historia del petróleo para comprender las continuidades y rupturas de la relación bilateral, del mismo modo es importante conocer la historia de la amapola en México.
Entre las muchas cuestiones que continúan abiertas y pueden alimentar esta veta de investigación están las siguientes: ¿fue la prohibición del cultivo de opio en México en la década de los años veinte una consecuencia de la presión estadounidense o una política que respondió al carácter conservador de las elites mexicanas? ¿Cuál fue la influencia del Departamento del Tesoro en la ejecución de las campañas de erradicación de la década de los años treinta? ¿Existió un intento desde el gobierno de los Estados Unidos por impulsar el cultivo de amapola en el Noroeste de México en la década de los años cuarenta? ¿Cómo ha impactado la variación del consumo de heroína en Estados Unidos las condiciones de vida de los cultivadores de amapola en México a lo largo del último medio siglo? ¿Participaron agentes antinarcóticos de los Estados Unidos en actos de violaciones a los derechos humanos en las campañas de erradicación de amapola celebradas en Sinaloa en los años setenta?
Los archivos de la DEA y del Departamento de Estado, recientemente desclasificados, son un magnifico recurso que, además de dilucidar cuestiones de interés para los investigadores de la historia de las drogas y su combate, servirá para ampliar nuestros conocimientos sobre las complejidades en la relación México-Estados Unidos.
Conclusión
La historia de la amapola en México —y en alguna medida de la marihuana y otras drogas— no puede abstraerse de debates, perspectivas y teorías que esperan ávidas de nuevos objetos de estudio. Aunque en este breve artículo solo señalé tres, son infinitas las posibilidades que ofrece la historia de la amapola para dialogar con campos académicos establecidos y bien definidos. De la capacidad que tengan los investigadores para hacer interactuar y dialogar la historia de la amapola con otros debates dependerá el grado de conocimiento que tendremos de una de las plantas que han reconfigurado el pasado y presente de México.
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Notes
- Para una perspectiva desde América Latina sobre este debate, véase: Marcus J. Kurtz, Latin American State Building in Comparative Perspective (Cambridge: Cambridge University Press, 2013); Miguel Ángel Centeno y Agustin E. Ferraro, State and Nation Making in Latin America and Spain: Republics of the Possible (Cambridge University Press, 2014); Hillel David Soifer, State Building in Latin America (Cambridge University Press, 2015). ↩︎
- El libro clásico es: Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent, eds., Everyday Forms of State Formation: Revolution and the Negotiation of Rule in Modern Mexico (Durham: Duke University Press, 1994). ↩︎
- Froylán Enciso, “Régimen global de prohibición, actores criminalizados y la cultura del narcotráfico en México durante la década de 1970”, Foro Internacional 197, núm. 3 (2009): 595–637; William Walker III, “Control across the Border: The United States, Mexico, and Narcotics Policy, 1936-1940”, Pacific Historical Review 47, núm. 1 (1978): 91–106. ↩︎
- Salvador Maldonado Aranda, Los márgenes del Estado mexicano: territorios ilegales, desarrollo y violencia en México (Zamora: El Colegio de Michoacán, 2010), cap. IV. ↩︎
- Carlos A. Pérez Ricart, “U.S. pressure and Mexican anti-drugs efforts from 1940 to 1980: Importing the war on drugs?”, en Beyond the Drug War in Mexico: Human rights, the public sphere and justice, ed. Wil G. Pansters, Benjamin T. Smith, y Peter Watt (Oxford: Routledge, 2018), 33–52. ↩︎
- Charles Tilly, Coercion, Capital, and European States (Cambridge: Blackwell, 1990). ↩︎
- Gurminder K. Bhambra, “Historical Sociology, International Relations and Connected Histories”, Cambridge Review of International Affairs 23, núm. 1 (2010): 127–43; Sanjay Subrahmanyan, “Connected Histories: Notes Towards a Reconfiguration of Early Modern Eurasia”, Modern Asian Studies 31 (1997): 735–62. ↩︎
- Cfr con: James Belich et al., eds., The Prospect of Global History (Oxford: Oxford University Press, 2016). ↩︎
- Luis Astorga, Drogas sin fronteras (D.F. México: Grijalbo, 2003). ↩︎
- Lucy Inglis, Milk of Paradise: A History of Opium (London: Picador, 2018), 219. ↩︎
- Inglis, 223. ↩︎
- Jason Oliver Chang, Chino: Anti-Chinese Racism in Mexico, 1880-1940 (University of Illinois Press, 2017), 31–32. ↩︎
- Sobre estos procesos véase: Julia María Schiavone Camacho, Chinese Mexicans: Transpacific Migration and the Search for a Homeland, 1910-1960 (UNC Press, 2012); Cecilia Farfán-Mendez y Jayson Maurice Porter, “Poniendo la mesa. Las raíces lícitas de la economía de exportaciones ilícitas en Sinaloa”, diciembre de 2020. ↩︎