Inés1 trabajaba en una unidad especializada del Ministerio de Gobernación, en un pueblo al este de Guatemala. Como muchos de los funcionarios públicos a quienes entrevisté en esa época (2011 y 2012), ella mantenía un discurso a favor de su institución. Al preguntarle sobre los programas que ayudaba a implementar, aseguraba que funcionaban bien y que la gente local los veía con buenos ojos y los apoyaba. Al indagar sobre la policía, afirmaba trabajar en conjunto con sus miembros y que el pueblo confiaba en ellos y los buscaba cuando tenían algún problema.
El discurso de Inés se desmoronó una mañana a finales de 2011. Yo había quedado de encontrarme con ella y con otros informantes clave a quienes había conocido a lo largo de mi investigación de doctorado para discutir algunos de mis principales hallazgos. No había nada fuera de lo común en nuestra reunión; era una más entre otras que habíamos tenido a lo largo de las semanas anteriores. Esta vez, sin embargo, algo había cambiado. El mensaje de texto que me había enviado por la mañana era escueto, y al llegar a su oficina, la noté evasiva, con miedo y mucha desconfianza. Después de indagar un poco sobre su comportamiento, por fin confesó: alguien la había intentado extorsionar por teléfono el día anterior; no sabía con certeza quién era, pero desconfiaba de todo el mundo (incluso de mí). Para ese entonces, ya se había comunicado con un conocido suyo que trabajaba en el Ejército, quien supuestamente la ayudaría a averiguar quién la extorsionaba. Cuando le pregunté por qué no llamaba a la policía, de la que me había hablado tan bien en el pasado, me contestó que no quería hacerlo porque pensaba que algunos de sus miembros podían estar involucrados.
Mi experiencia con Inés ilustra el impacto que la extorsión puede tener en la psique y el comportamiento de los cientos de ciudadanos que son víctimas de este delito en Guatemala. Derivada del latín extorqueo, la palabra extorsión, en su acepción más abstracta, se refiere a la acción de sacar o arrancar algo a la fuerza; es un acto de poder por excelencia. El hecho en sí, o la simple posibilidad de sufrirlo, pueden llevar a una persona a sentir un miedo intenso que la coloca en un estado de alerta y sobrevivencia. Frente a la amenaza proveniente de un ente anónimo y sin rostro, Inés decidió buscar ayuda con una persona de confianza vinculada con las fuerzas castrenses, y no con el personal de la institución para la que trabajaba. La llamada telefónica que había recibido el día anterior, en la que un individuo le había pedido dinero a cambio de no hacerle daño a ella o a su familia, la había llevado a quitarse la máscara social de funcionaria pública que confía en las instituciones estatales, y había revelado el rostro real de una ciudadana más –desconfiada, amedrentada y desamparada–, que temía por su vida y por la de sus seres queridos. Al final, su contacto en el Ejército le dijo que la llamada provenía de una cárcel local, y le recomendó que simplemente dejara de contestar el teléfono. Nunca supe si con eso logró resolver su problema.
Meses después, mientras analizaba los datos que había recopilado durante mi investigación de campo, recibí una llamada amenazante de un número desconocido; el individuo al otro lado de la línea sabía algo de mi vida y mi trabajo, lo suficiente como para ponerme incómodo. En ese momento, recordé el caso de Inés y me pregunté si no había alguna conexión entre ambos. Siguiendo el consejo que le habían dado a ella, decidí no contestar más las llamadas de números que no me fuesen familiares (práctica que mantengo hasta hoy). Recibí unas cuantas más durante las siguientes semanas, pero después de un tiempo, cesaron por completo. Eventualmente terminé mi trabajo de campo y regresé al ambiente seguro y privilegiado de una universidad en Estados Unidos, país en el que vivía y estudiaba en aquel entonces.
Muchos de los ciudadanos que son víctimas de este delito en Guatemala no encuentran salida ni en las fuerzas de seguridad, ni en algún otro actor local. Tampoco encuentran alivio en alguna treta sencilla como no contestar el teléfono o hacer caso omiso de notas intimidatorias. En un estado de indefensión y de riesgo inminente provocado por la extorsión, la única salida que encuentran es abandonar su hogar, su ciudad e incluso el país en busca de una vida más segura.
Migración y extorsiones: una relación compleja
El tema de la migración irregular de personas del norte de Centroamérica hacia los Estados Unidos ha cobrado notoriedad en las agendas de la cooperación internacional y en algunos círculos académicos. Si bien la mayoría de los migrantes de esta región salen de sus países en busca de mejores oportunidades económicas, la reunificación familiar, la delincuencia, la violencia y la inseguridad también contribuyen, aunque en menor proporción, a la intención de migrar en ciertas áreas y en algunos países más que en otros 2.
Uno de los fenómenos ligados a la inseguridad y la migración irregular es el de la extorsión. En los países del norte de Centroamérica, este delito, por lo general, se vincula a pandillas y otros grupos criminales, quienes por medio de llamadas telefónicas, notas intimidatorias o intermediarios exigen montos de dinero variables en forma periódica a hogares y pequeños comercios, a menudo ubicados en áreas urbanas. La magnitud real del problema es desconocida, pero un informe reciente asegura que las extorsiones han ido en aumento durante los últimos cinco años y han provocado migración interna y desplazamiento forzado en los tres países de la región mencionada (Guatemala, El Salvador y Honduras). 3Algunas estimaciones establecen que en Guatemala, la población afectada paga, en promedio, 60 millones de dólares al año por extorsiones, cifra que se ubica por debajo de lo que pagan en El Salvador y Honduras.4. Estos montos, sin embargo, deben considerarse con precaución, ya que es muy difícil medir el impacto real de un delito en la economía, cuando la mayoría de las víctimas no lo denuncia.
Al igual que en los otros países de la región, el vínculo entre la migración y la extorsión en Guatemala ha sido poco explorado, en parte debido al subregistro en las cifras oficiales, pero también por las dificultades prácticas y conceptuales que plantea su abordaje en el campo. Por ejemplo, en una encuesta de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), llevada a cabo en el país en 2016, se afirma que la inseguridad, el crimen y la violencia son algunas de las causas por las que la gente decide migrar.5.
La extorsión, en particular, es señalada por contribuir en menos del 1 % de los casos, tanto de las personas que migran internamente, como de las que deciden salir del país. El informe, sin embargo, distingue entre “criminalidad”, “problemas con maras o amenazas”, “inseguridad”, “violencia ciudadana” y “extorsión”, todos fenómenos que se asumen como diferentes y que, sin embargo, podrían estar íntimamente vinculados en la práctica.
Mi labor como sociólogo durante los últimos 15 años en Guatemala me ha permitido conocer algunas situaciones que ejemplifican el nexo que puede existir entre la extorsión y la migración. La más ilustrativa la encontré en 2007, durante mi trabajo de campo en Mixco, un municipio aledaño a la ciudad de Guatemala, notable por sus elevadas cifras de violencia homicida y presencia de pandillas. De acuerdo con datos oficiales, Mixco es el segundo municipio con más homicidios registrados en el país entre enero de 2001 y mayo de 20226 , y el segundo municipio con más denuncias por extorsión entre enero de 2015 y mayo de 2022. En materia de migración, el municipio no se ubica entre los principales receptores de migrantes retornados a nivel nacional, pero sí entre los principales del departamento de Guatemala, superado solo por la capital, San Juan Sacatepéquez y Villa Nueva.7
Durante mis visitas a Carolingia, uno de los barrios más peligrosos de Mixco, pude constatar que una clica del Barrio 18 se había apoderado de un sector entero de la colonia: un área residencial lúgubre y de muy escasos recursos, con hileras de pequeñas casas descoloridas, cubiertas con “placazos” (grafiti), algunas de las cuales mis informantes aseguraban que habían sido abandonadas por sus propietarios debido a la extorsión de los pandilleros. La extorsión se materializaba de varias formas: a través de llamadas telefónicas, notas deslizadas por debajo de alguna puerta o entregadas en las manos de los propietarios, o amenazas de muerte directas por parte de los pandilleros o alguno de sus cómplices. Contrario a lo que los medios decían, la policía del lugar parecía saber muy bien lo que ocurría, pero el rumor entre algunos residentes era que tenía un trato con la pandilla: mientras la policía recibiera dinero mensualmente, producto de las extorsiones, “se haría de la vista gorda”.8
Frente al clamor de la gente, el Ejército instaló un destacamento militar que tuvo un importante efecto disuasivo durante algún tiempo. Sin embargo, después de unos meses, el destacamento y la pandilla entraron en una especie de danza macabra sin sentido: cuando los pandilleros asesinaban a alguien, los soldados del destacamento salían a hacer rondas por un par de días, para luego entrar otra vez en un estado letárgico y esperar un nuevo ataque.
Actualmente, Carolingia sigue siendo uno de los barrios más peligrosos del país, y los casos de personas asesinadas por pandilleros, posiblemente por cuestiones relacionadas con el pago de extorsiones, continúan siendo noticia.9
La situación en Carolingia no difiere mucho de los testimonios de algunas víctimas de extorsión que han abandonado sus hogares en años más recientes.10
Todos los casos mencionados hasta aquí tienen en común el hecho de que en algún momento las personas afectadas sintieron terror y desamparo; terror frente a las fuertes amenazas de muerte de los extorsionistas, y desamparo frente al mutismo o simple cinismo de las autoridades estatales. Mientras ambos problemas perduren, es probable que las personas afectadas sigan abandonando sus hogares en busca de seguridad y una vida más tranquila; varias quizás migren hacia otro barrio u otra región en su mismo país, pero algunas seguramente decidirán dejar lo poco que tienen atrás, y emprender el peligroso viaje hacia el norte.
Notes
- Con el fin de proteger su identidad, así como su seguridad, el nombre utilizado es ficticio. ↩︎
- Dinorah Azpurú, Mariana Rodríguez y Elizabeth J. Zechmeister (2018). “Cultura política de la democracia en Guatemala y en las Américas, 2016/17: Un estudio comparado sobre democracia y gobernabilidad”. Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés), Vanderbilt University; Lizbeth Gramajo y José Luis Rocha (2017), Migración reciente en el altiplano occidental guatemalteco: redes, reunificación familiar y efecto demostración, en Revista Eutopía Año 2, núm 3, enero-junio 2017. Disponible en: http://recursosbiblio.url.edu.gt/CParens/Revista/Eutopia/Numeros/3/02/3.pdf. ↩︎
- Redlac (2020). “La extorsión: un detonante del desplazamiento interno y la migración forzada en el norte de Centroamérica y México”. Boletín No. 8. ↩︎
- Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional e Insight Crime (2019). “Una cultura criminal: extorsión en Centroamérica”. Disponible en: https://globalinitiative.net/wp-content/uploads/2019/05/Central-American-Extortion-Report-Spanish-03May1055-WEB.pdf ↩︎
- Organización Internacional para las Migraciones (2017), “Encuesta sobre migración internacional de personas guatemaltecas y remesas 2016”. Ciudad de Guatemala: Organización Internacional para las Migraciones. ↩︎
- Base de datos de homicidios de la Policía Nacional Civil y Base de datos de extorsiones del Ministerio Público, disponibles en: https://dialogos.org.gt/. La base de datos del Ministerio Público está basada en denuncias, por lo que no debe tomarse como una medida fiable de la magnitud y del patrón regional del fenómeno de las extorsiones. ↩︎
- Ver: https://mic.iom.int/webntmi/guatemala/ ↩︎
- En Guatemala, “hacerse de la vista gorda” es una expresión coloquial que se refiere a hacer caso omiso de algo. En inglés equivale a “to turn a blind eye”. ↩︎
- Ver, por ejemplo, Noti 7 (28 de julio de 2021), “Asesinan a dueña de una tienda en Colonia Carolingia zona 6 de Mixco”, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=cgVQOagnXk4; Canal 3 (3 de enero de 2018), “Colonia Carolingia: Los comercios y la Iglesia Católica pagan extorsión”, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=AG-B8mJ-63U ↩︎
- En un reporte reciente se mencionan casos de familias que han huido de sus hogares debido a la extorsión de las pandillas en El Mezquital y La Limonada, dos barrios con altos índices de violencia ubicados en el área metropolitana. Ver: Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional (5 de julio de 2021), “Más allá de la amenaza: Efectos de la extorsión en Guatemala”, disponible en: https://globalinitiative.net/analysis/extortion-guatemala/ ↩︎