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Poniendo la mesa. Las raíces lícitas de la economía de exportaciones ilícitas en Sinaloa

Mexico & Central America

Este artículo es el Capítulo n°3 de la serie «La violencia toma lugar».

“Las organizaciones del narcotráfico en Sinaloa tienen sus raíces en la oposición a la reforma agraria durante los 1930.”

Javier Valdez Cárdenas,
Levantones: Historias reales de desaparecidos y víctimas del narco.

Introducción

El Estado mexicano de Sinaloa es tema frecuente de conversaciones sobre el narcotráfico. Eso sí, se habla mucho menos del hecho de que Sinaloa produce el maíz que alimenta a la ciudadanía mexicana, el chile que saca lágrimas a tantos extranjeros, además del tomate que se consume con hamburguesas y ensaladas de kale por ambos lados de la frontera. Por lo tanto, para entender la economía ilícita de exportaciones de Sinaloa, es necesario hacerlo en el contexto del “milagro agrícola” de dicho estado. Dicho milagro surgió, a su vez, gracias a tres factores: el rechazo violento a la reforma agraria, la exclusión y el desplazamiento racializados, y las evoluciones del mercado y capitalismo internacionales.

Para desarrollar este argumento y discutir las creencias de la vox populi — que afirman que el cultivo del opio en Sinaloa fue el derivado inevitable de la migración china o de las actividades emprendedoras que improvisaron los habitantes de Badiraguato— examinaremos evoluciones clave de la agroindustria, reforma agraria y cambios de mercado desde los años 1920 hasta los 1970.

Cabe aclarar que no pretendemos afirmar que existe una “narcotización” de la agroindustria de Sinaloa, argumentando que los ingresos de las actividades ilícitas serían la fuente del financiamiento del mercado lícito. Nuestro análisis no pretende representar una historia exhaustiva de la agroindustria sinaloense ni de sus mercados de exportaciones ilícitas; al contrario, aquí nos enfocamos en las coyunturas críticas que nos ayudan a explicar la preeminencia que llegó a cobrar Sinaloa en los mercados de drogas ilícitas, coyunturas que no existieron en otros estados mexicanos.

I – La dinastía sonorense y el capitalismo racializado

La revolución verde de Sinaloa no es una historia de “mendigo a millonario” que sigue un trayecto lineal. No todas las frutas y verduras que se cultivan en el estado lograron convertirse en una mercancía con un valor de USD $750 millones por año, como es el caso con el tomate. La modernización agrícola y los ciclos de altibajos dejaron un saldo de muchas víctimas económicas1. Eso sí, la dinámica más duradera consiste en los lazos regionales y transnacionales que forjaron una relación de dependencia entre la tierra, el capital y la mano de obra de Sinaloa y los mercados estadunidenses, un siglo antes de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hiciera lo mismo para la nación entera en los 1990.

A principios del siglo XX, Sinaloa aún no representaba el cuerno de la abundancia y el granero de la República entera, pero giros en la política, el consumo y la demografía fomentaron la transformación del estado, convirtiéndolo en el primer productor agrícola de la nación. Después de la Revolución (1910-1920), el presidente mexicano y nativo sonorense Álvaro Obregón (1920-1924) promovió una visión agrícola basada tanto en sus lazos comerciales con los estados de Arizona y California como en su experiencia como cultivador de garbanzo.

Sin embargo, esta visión sonorense distaba mucho de una reforma agraria para las masas que habían luchado durante la Revolución Mexicana para abrir paso a una era de redistribución de terrenos. Al contrario, Obregón imaginaba una nación mexicana con una mayor cantidad de rancheros mestizos y pequeños productores orientados hacia la agroindustria, cultivando productos para el consumo nacional y para la exportación. Luego, Plutarco Elías Calles (1924-1934), el sucesor de Obregón y también sonorense, siguió la misma pauta. La producción del tomate en Sinaloa, por ejemplo, pasó de una tonelada en 1907 a 34 176 toneladas en 1926, destinadas principalmente al consumo estadounidense. Para desgracia de la mayoría de los agricultores, la visión agrícola del Presidente buscaba beneficiar a los empresarios y terratenientes mexicanos a través del consumo estadounidense de los productos nacionales: verduras y cultivos industriales, algodón, ajonjolí, y posteriormente soya y cártamo.

En México, desde su inicio, la reforma agrícola y la centralización política requerían del desplazamiento humano.

En el caso de las comunidades indígenas – por ejemplos los mayo y los yaquis –  que habían luchado con Obregón durante la Revolución, su territorio sufrió una ruptura mayúscula. El sueño sonorense – el cual se extendió hasta Sinaloa – exigía el uso del territorio yaqui, pero no contemplaba ningún apoyo a su población. Cuando los yaquis decidieron defender sus valles fluviales en 1926, los soldados del Ejército Federal – sus antiguos aliados de batalla – los masacraron y los desplazaron.

Así, desde su inicio, la reforma agrícola y la centralización política requerían del desplazamiento humano. Nadie estaba a salvo. Con el crecimiento de los mercados emergentes en los EEUU y México, los productores sonorenses y sinaloenses siguieron desplazando a la competencia para ganarse un lugar en la mesa. Los migrantes chinos, por ejemplo, también sufrieron desplazamientos violentos y racializados. El movimiento anti-chino de México se vio influenciado en gran parte por los prejuicios anti-chinos del movimiento laboral en California y al igual que los yaquis y mayos, la población china quedó excluida de la visión sonorense del México posrevolucionario. Se trataba de un esfuerzo nacional que formaba parte del proyecto de construcción de una identidad posrevolucionaria, el cual se materializó de manera especialmente nítida en Sonora y Sinaloa. En menos de una década, dichos estados habían expulsado a más del noventa por ciento de sus migrantes chinos. Un total de casi 6 mil migrantes quedaron deportados, y en ciudades como Mazatlán y Culiacán los empresarios locales expropiaron a las empresas chinas2.

Sinaloa, Mexico. Fernando Brito © All Rights Reserved

A nivel nacional, el personal político y los medios contribuyeron a representar a la población china con el mismo desdeño con el cual se referían a los pueblos yaqui y mayo. Era común, por ejemplo, describir a sus mecanismos de solidaridad mutua como mafias y sociedades secretas. A principios de los 1920, dicha caracterización se exacerbó aún más cuando estallaron conflictos violentos dentro de la comunidad china de México. Estos enfrentamientos se presentaron como una lucha entre grupos de migrantes chinos por el control del comercio del opio3. Sin embargo, existe evidencia que indica que los choques dentro de la comunidad no tenían que ver con los mercados de drogas ilícitas, sino con cuestiones económicas y políticas, reflejando en México la convulsión política entre Taiwán y la China continental.

II – Reforma agraria y formas de control social en competencia

En el sur de Sinaloa, la reforma agraria también se vio influenciada por cuestiones de raza y clase, pues en dicha región la reforma envalentonó a la burguesía rural durante su etapa inicial, la cual respondió con violencia durante los 1930 y 1940.

En vez de seguir apoyando al poder terrateniente en el campo, la política cardenista (1934-1940) cambió la economía política del estado para beneficiar a los campesinos, una evolución que también fue impulsada por el cultivo de semillas oleaginosas. Aunque la variedad “cardenista” del ajonjolí que se había desarrollado en Michoacán no se arraigó en Sinaloa, muchas otras variedades resultaron útiles en los terrenos áridos y poco fértiles de los ejidos. El presidente Cárdenas aumentó la producción del ajonjolí en Sinaloa en un 3300% durante su sexenio. Al facilitar los contratos entre la empresa Anderson Clayton y el Banco Nacional de Crédito Ejidal, Cárdenas también promovió la ampliación drástica de la industria del algodón sinaloense, la cual creció en un 4500% de 1934 a 19404.

Si bien las semillas oleaginosas llegaron a ocupar un lugar central en la economía sinaloense, su función como insumos industriales y su capacidad de crecer en suelo de baja calidad también conllevaron un grado de competencia feroz en los mercados globales, la cual provocó enormes caídas de precio e inseguridad en las zonas rurales. Esto fue especialmente cierto en Sinaloa, donde el cultivo de algodón y ajonjolí tenía el objetivo de integrar la producción ejidal a la economía nacional a través de los mercados locales, nacionales e internacionales.

Sinaloa, Mexico. Fernando Brito © All Rights Reserved

La violencia se centró en la zona de Mazatlán, donde los nuevos ejidos que cultivaban ajonjolí transformaron la economía política regional así como la antigua visión agrícola. En respuesta a la redistribución de los terrenos para la producción del ajonjolí, los terratenientes movilizaron a grupos armados – conocidos como las “guardias blancas” – para aterrorizar y controlar los trabajadores. Así, un periodista local describía la forma en que las guardias blancas asesinaban a los ejidatarios de manera casi cotidiana entre 1938 y 1943, bajo las órdenes de los grandes terratenientes como las familias Tirado e Ibarra5.

Si bien es cierto que los autores de la violencia provenían de raíces humildes, el capital que los apoyaba representaba todo lo contrario.

Las guardias blancas atacaban a pueblos enteros, baleando a los dirigentes agraristas que se habían pronunciado en contra de los terratenientes y habían apoyado la reforma agraria. Aunque resulta imposible saber a ciencia cierta cuántos agraristas cayeron asesinados, la revista nacional “Tiempo”reportó que los grupos armados asesinaron a casi 800 agricultores en 1942, bajo el liderazgo de los pistoleros. La publicación menciona a varios hombres que aterrorizaban a los obreros organizados de la región: el Culichi, el Chato, el Güerillo, el Churias y el Gallito, entre otros. Sin embargo, se destaca un nombre en especial: el de Rodolfo Valdéz, El Gitano. Después de unos pocos años de reforma agraria, Valdéz se ganó los elogios de los pequeños productores anti-agraristas, los cuales pagaron generosamente a dicho pistolero para que asesinara ejidatarios, sujetos que los anti-agraristas satanizaban y ostracizaban. Era tanta la infamia de Valdéz que algunos afirman que fue contratado para asesinar al gobernador de Sinaloa en 1944.

Durante el mismo año, el ejército ocupó el sur de Sinaloa de manera formal, a través de un operativo contrainsurgente en contra de las guardias blancas y los pistoleros como Valdéz. Dichas “campañas contra el pistolerismo”exacerbaron la violencia entre los grupos armados privados y las fuerzas locales y federales. De mayor relevancia, expusieron la forma en que la violencia organizada privada podía enfrentar al Estado en regiones rurales. Y si bien es cierto que los autores de la violencia provenían de raíces humildes, el capital que los apoyaba representaba todo lo contrario.

Los terratenientes como los Tirado e Ibarra son dos ejemplos de la forma en que un sujeto con acceso a tierra y capital podía emplear a guardias blancas para ejercer su poder económico y social —el cual provenía de la agricultura lícita— y luego entrar al negocio del tráfico de semillas oleaginosas como la marihuana y la amapola. A principios de los 1950, dichos grupos armados comenzaron a emplear a los pistoleros para repeler a los traficantes de otros estados que pretendían beneficiarse de la droga sinaloense6. Aquello no significa que cada familia que disponía de terrenos y recursos de violencia decidió entrar a los mercados ilícitos; sin embargo, sirve para ilustrar la forma en que el ascenso de Sinaloa en la agroindustria, anudado al rechazo violento de la reforma agraria, crearon las condiciones para facilitar áreas lucrativas de producción licitas e ilícitas.

III – Nuevas tendencias de mercado a nivel local e internacional

Ya con la mesa limpia y con la lista de invitados armada, se abrió paso a la consolidación. Cuando Sinaloa superó a Veracruz como el mayor productor agrícola de México en 1948, lo logró a costo de cultivos fracasados y en detrimento de agricultores precarizados. Además de la violencia agraria, la escalada magnitud de la producción en Sinaloa durante los años 1950 elevó tanto el costo de la agricultura como el nivel de inseguridad económica para los pequeños productores.

Tal y como fue el caso con los antiguos cultivos básicos de la economía regional —como el azúcar y el garbanzo— el ajonjolí y el algodón sufrieron caídas frecuentes de mercado, las cuales empeoraron aún más las condiciones de los agricultores ya de por sí vulnerables. Los empresarios fundaron la Confederación de Asociaciones de Agricultores del Estado de Sinaloa (CAADES) en los 1930, con el apoyo del entonces gobernador de Sinaloa, Macario Gaxiola (1929-1932)7, quien era también productor de garbanzo. La CAADES protegió a los empresarios de los cambios arriba mencionados mientras muchos campesinos perdieron sus terrenos,  tuvieron que migrar o recurrir a cultivar productos ilegales para sobrevivir. Así, el cultivo de la amapola se hizo particularmente fuerte en los municipios de Culiacán, Mocorito, Sinaloa y Badiraguato.

Sinaloa, Mexico. Fernando Brito © All Rights Reserved

Aunque los mandatarios estatales y los representantes de la agroindustria local afirmaban que la modernización del campo serviría para mejorar la vida de los ejidatarios, en muchos casos las nuevas presas, calles pavimentadas y mayores rendimientos tuvieron un efecto totalmente contrario. El fertilizante, los tractores y las semillas híbridas se convirtieron en elementos indispensables para lograr una cosecha competitiva y masiva, destinada a un mercado errático en vías de globalización. Muchos agricultores simplemente no pudieron mantener el ritmo. La cantidad de agricultores sin tierra aumentó en un 1 500% durante los años 1960, para ascender a casi 21 mil en 1970. Tras los efectos de la modernización, el opio se convirtió en un cultivo fundamental para muchos agricultores, y cuando el precio de la heroína se disparó a principios de los 1970, los traficantes y sus terratenientes afiliados aumentaron la presión directa hacia los campesinos, instándolos a cultivar dicha droga.

Las convulsiones internacionales, conjuntamente con las evoluciones a nivel local, ayudan a explicar por qué dicho estado mexicano había de convertirse en un actor central en los mercados de drogas ilícitas.

A nivel internacional, varios cambios en los mercados de drogas ilícitas durante los años 1970 pusieron a Sinaloa en una posición única. A principios de la década, los Estados Unidos exigieron la prohibición del cultivo legal del opio en Turquía, bajo la justificación del problema de adicción a la heroína en los EEUU. Si bien una parte de la goma del opio se vendía a la Organización del Mercado Agrícola de Turquía —la cual posteriormente la vendía a las empresas farmacéuticas para la producción de morfina— la rentabilidad de la heroína incentivaba el desvío del producto de la vía legal. Se estima que la prohibición arriba citada afectó a unos 70 mil agricultores en Turquía, los cuales afirmaban no ver la conexión entre su fuente legítima de ingresos y el problema de la drogadicción en los EEUU8.

La prohibición del opio turco también interrumpió las cadenas de suministro que transportaban la heroína de Europa hacia los Estados Unidos. La red denominada La Conexión Francesa utilizó la goma de opio de Turquía para fabricar heroína en la ciudad de Marsella, para posteriormente enviar la droga a EEUU. La importancia de La Conexión Francesa se desplomó a causa de la decisión estadunidense de prohibir la producción en Turquía. Sin embargo, los resultados inesperados se materializaron en Sinaloa. Las convulsiones internacionales, conjuntamente con las evoluciones a nivel local, ayudan a explicar por qué dicho estado mexicano había de convertirse en un actor central en los mercados de drogas ilícitas. Mientras que los productores turcos quedaron excluidos de la economía legal, los productores mexicanos anteriormente marginados llegaron a ocupar un espacio crucial en el mercado ilegal.

Aún así, si no fuera por la agroindustria de primera clase que tiene Sinaloa, los intermediarios sinaloenses habrían carecido tanto de los saberes necesarios para distribuir las producciones ilícitas  como de las oportunidades de mercado en los EEUU. La participación de Sinaloa en los mercados de drogas ilícitas no fue el resultado evidente de la migración china, ni tampoco del ingenio de algunos agricultores de Badiraguato. Al contrario, fue el resultado de un proceso estructural que duró décadas, en el cual participaron las conexiones establecidas con los mercados estadounidenses, las transformaciones sociales del campo y de la mano de obra, así como de las disrupciones internacionales de la economía de la amapola.

Conclusión – Poniendo la mesa

En el invierno de 1972, la tensión era altísima en los retenes vehiculares y en las oficinas de aduanas a lo largo del territorio mexicano. Resultaba difícil saber por dónde buscar la droga y, debido al tiempo limitado, por dónde no buscarla, pues podía aparecer en cualquier lado.

En la Ciudad de México, se descubrió marihuana escondida en tortas, pretendiendo ser milanesa entre el aguacate y las rajas. En Sonora, los oficiales abrieron nueces y encontraron heroína dentro de ellas. Sin embargo, estos hallazgos se quedaban cortos comparado con lo que descubrieron agentes en Tijuana en febrero de 1972: dos toneladas de marihuana, empacada entre 1 600 toneladas de cebolla originaria de Sinaloa.

El empacamiento y el escondite no eran ninguna casualidad. Para principios de los 1970, la mesa estaba puesta y Sinaloa ocupó su lugar en la cabecera, al lado del invitado de honor: los Estados Unidos. 


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Notes

  1. https://datamexico.org/es/profile/geo/sinaloa-si#economia ↩︎
  2. Julia María Schiavone Camacho, Chinese Mexicans: Transpacific Migration and the Search for a Homeland, 1910–1960, University of North Carolina Press, 2012. ↩︎
  3. Fredy Gonzalez, Paisanos Chinos Transpacific Politics among Chinese Immigrants in Mexico, University of California Press, 2017. ↩︎
  4. Rigoberto Arturo Román Alarcón, La economía del sur de Sinaloa, 1910-1950, DIFCR, 2006. ↩︎
  5. La Vida Novelesca y Accidentada de Rodolfo Valdez El Gitano, El Correo de la Tarde, 1949. Autor desconocido. ↩︎
  6. Eduardo Frías Sarmiento, Oro rojo de Sinaloa, Universidad de Guadalajara, 2008. ↩︎
  7. Benjamin T .Smith, durante una conversación con el autor Jayson Maurice Porter. ↩︎
  8. https://www.nytimes.com/1973/08/09/archives/opium-poppy-gone-turkish-farmers-ask-whv-has-us-done-this-to-us.html ↩︎